lunes, 13 de junio de 2011

La responsabilidad también es un derecho

Publicado en ALE en la RED: Ver blog.  Este artículo fue publicado por una de los miembros de nuestra asociación.




El fracaso escolar en nuestro país supera el 30%, considerado como fracaso escolar el abandono de los estudios antes de los 16 años, si se tienen en cuenta otros factores como la falta de desarrollo personal, la desorientación, la fobia a algunas materias, etc., este índice podría aumentar considerablemente. Pero para empezar tenemos más de un 30% de fracasados escolares, sólo superados en la UE por Portugal y Malta. Francamente, ¿cuántas personas utilizarían un sistema sanitario que fracasa en más del 30% de los casos?, ¿o un medio de transporte con una tasa de siniestros similar?, ¿o por qué no, un sistema anticonceptivo que sólo funciona "a veces"?; cualquier persona medianamente sensata lo rechazaría, ¿no es así? Pero no ocurre lo mismo con la escuela.

La necesidad de la escuela es para la sociedad incuestionable, pero para numerosas familias que educan en casa lo incuestionable es su derecho a ser responsables de la educación de sus hijos, y es probable que el índice de fracaso escolar de nuestro país no sea uno de los motivos que más pesan en su decisión.

Si el curso que viene matriculara a mis hijos en un aula de 2 y 5 años, respectivamente, en cualquier colegio de mi localidad tendría por seguro varias cosas, por ejemplo:

-Que mis hijos iban a someterse a una jornada de un mínimo de 6-7 horas marcada con toque de sirena, rodeados por 25 semejantes; gobernados por una persona adulta, para quien la única manera que tenga de bregar con tanta criatura sea mantenerlos a raya con actividades sedentarias e iguales para todos, y algún que otro "castigo leve" como el rincón, la silla de pensar o la privación de recreo para el alumno díscolo que arme barullo o que, por su estado emocional, muerda, pegue, distraiga... Una persona que aunque disponga de toda la buena voluntad de mundo, no tenga los medios ni la formación necesarias para acompañar a los niños de una forma integral, con la atención que requieren, porque para empezar el sistema le pone la primera gran traba confiándole un número muy superior de alumnos, con unos objetos que cumplir, en un entorno no preparado y en una situación de tensión para todos.

Allí seguirían día tras día actividades que no han elegido, con compañeros que no han elegido, con un ritmo de trabajo que no es el que les gustaría y donde sus impulsos, necesidades y auténticos intereses se verán o bien frenados, o bien anulados por el bien de la marcha general. Donde no podrán hablar con los compañeros cuando quieran, ni moverse cuando deseen (con lo perjudicial que es eso para sus pequeños organismos), ni desarrollar su creatividad ni conocerse a sí mismos. Y se irán apagando curso tras curso hasta convertirse, en el mejor de los casos, en buenos niños que hagan cosas buenas para gustar a los demás, para ser aceptados.

-En cuanto a mí, tendría por seguro que dispondría del tiempo suficiente para realizar un trabajo común, con un salario que en ningún caso compensaría la situación de mis hijos, muy pequeños sin duda para vivir una experiencia así. Y que, cuando al llegar la tarde, nos reencontráramos los tres, el nivel de estrés y cansancio de todos, unido a mi sentimiento de culpa, sería una bomba de relojería que daría al traste con mi visión de familia.

Así pues, no es sólo que nos dé miedo la monstruosa cifra de fracaso escolar, es que si queremos tener calidad de vida, tenemos que hacernos responsables de nuestros hijos, de nuestros trabajos, de nuestro tiempo. Buscar alternativas y no sentirnos derrotados antes de empezar. Si se quiere, se tienen ideas, se buscan las personas adecuadas que nos acompañen en este recorrido y se cambia el trabajo, la casa, el coche, lo que sea... Pero se hace, no pedimos a otros que lo hagan por nosotros, lo hacemos y punto; lo que sí pedimos es que se nos conceda el derecho a ser responsables.

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